Efemérides

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Retablo Altar Mayor Virgen del Rosario

Texto: Pedro Segado Bravo

Dentro de la gran riqueza arquitectónica de la ciudad de Lorca, la iglesia conventual de Santo Domingo y su capilla del Rosario, de principios del siglo XVII, constituyen sin duda un monumento excepcional. A su valor artístico se une la vinculación sentimental de muchos lorquinos pertenecientes a la Cofradía del Paso Blanco que aquí tiene su sede y su museo.

La coyuntura histórica impulsó a la familia Martínez Orenes a ceder unos terrenos a favor de la Cofradía del Rosario, a principios del siglo XVIII. Tal donación condicionó la edificación de la que sería la definitiva capilla del Rosario, pegada al muro de la iglesia y en el lado de la Epístola. Muy pronto, la mencionada capilla, por sus particulares características espaciales, arquitectónicas y decorativas alcanzó la categoría de iglesia con personalidad y funciones independientes. Las obras se iniciaron en 1707 según los planos del arquitecto Toribio Martínez de la Vega pero, debido a problemas económicos y a los habituales pleitos surgidos entre los cofrades y los herederos de los Martínez Orenes, no se concluyeron hasta 1740. La portada de piedra, fue obra del maestro cantero Pedro Bravo Morata y el pintor Baltasar Martínez Fernández de Espinosa, realizó la decoración de la cúpula.

 

El retablo. Su historia y tipología.

1698-1759
Realización retablo
Sus trazas y ejecución se encargaron al maestro retablista José de Ganga y Ripoll

La realización del retablo de la Capilla Mayor fue, sin duda, el reto artístico más importante, dada su posición privilegiada en el ambiente general de la Capilla y el mensaje catequético y devocional implícito a las escenas de los relieves escultóricos que lo decoraban, alusivos a los Misterios del Rosario.

Sus trazas y ejecución se encargaron al maestro retablista José de Ganga y Ripoll (1698-1759), que realizó el retablo de la capilla del Rosario de Lorca en 1749, «recibiendo por la obra realizada por sus manos 30.750 reales, de los que 750 fueron de gratificación, no estando incluida la madera». (Carta de finiquito transcrita por J. Espín RaeI y rubricada por el entonces mayordomo de La Cofradía, D. Diego Pallarés y Castañeda y el propio artista). El curso de la historia no siempre es justo con la conservación y memoria de las obras de arte y una vez más, paradójicamente a la riqueza y valor de este retablo, no queda de él en la actualidad nada de su ejecución original, a excepción del cascarón de la bóveda. Los graves daños que sufrió en 1939 fueron irreversibles, pero las fotografías tomadas antes de su destrucción han permitido una reconstrucción de su tipología y estilo lo más fidedigna posible. El artista lorquino Antonio Morales Gilberte (1934-2000), todavía más recordado por su prematuro fallecimiento, se sirvió de aquellas para su reconstrucción, aportando así a nuestra sensibilidad y a la de las generaciones futuras una copia muy aproximada al original, si bien con cierta versatilidad en la impronta propia dada al tratamiento y ejecución de los relieves.

El cuerpo único rematado por la bóveda se divide en cinco calles, delimitadas por cuatro columnas de fuste acanalado y capitel compuesto, y dos sobresalientes ménsulas, que proyectan también en el cascarón la misma distribución del espacio. La aplicación de motivos decorativos del más depurado estilo rococó, por su parte, contribuye también a contrarrestar el clasicismo de las columnas con una nueva sensibilidad estética.

El basamento, formado por un banco de la misma altura que la mesa del altar y por pedestales decorados, es acusadamente alto y en él se practicaron sendas puertas de acceso a la Sacristía y Camarín respectivamente. Las puertas tienen una superficie dividida en compartimentos muy decorados y su marco superior se alza incurvándose hacia fuera.

La parte central del retablo muestra la hornacina destinada a exhibir la imagen de Nuestra Señora del Rosario y que, ocasionalmente, se tapaba con un bocaporte donde se representaba una apoteosis de la misma advocación mariana en un lienzo atribuido a Baltasar Martínez Fernández de Espinosa. Las calles laterales, delimitadas por columnas, cobran una especial importancia como sustentantes de los motivos iconográficos concretamente vinculados a la devoción del Rosario, como son las escenas de los Misterios enmarcadas por una moldura mixtilínea.

La decoración de este retablo del Rosario tiene también doble lectura, y en consecuencia, un valor doble. El artista no sólo tuvo en cuenta la representación de los Misterios como elemento fundamental en la iconografía del retablo, sino que los ubicó de manera que su lectura se hiciese de abajo hacia arriba, es decir Gozosos, Dolorosos, Gloriosos, y representó estos últimos en el cascarón de la bóveda como si el valor simbólico implícito a la «bóveda-cielo» acentuase la intrínseca iconología de los misterios Gloriosos. Incluso, sería válida una lectura vertical en la que José de Ganga hubiese querido destacar el valor primordial de la calle central, no sólo con la utilización de los elementos arquitectónicos que enmarcan el nicho central sino con escenas referentes a los Misterios en sí que permiten una progresión iconológica. Así, coronándolo se representa a Jesús entre los Doctores y en la zona inmediatamente superior la muerte de Cristo en la Cruz y la Magdalena a sus pies, patrona de la Orden Dominica. La iconografía culmina en la apoteosis que representa la Madre de Dios como soberana y reina del cielo y tierra en el momento de su Coronación.

El dorado del retablo fue efectuado en la segunda mitad del siglo XVIII por el maestro dorador José Fenoll que en 1.769 hizo la decoración de rocallas de la capilla mayor de San Patricio.

1990- 1995
Retablo actual
Ejecución del retablo prácticamente ex novo

En la actualidad y debido a la iniciativa del que fue presidente del Paso Blanco, D. José María Fernández Pallarés, se ha reconstruido el cuerpo principal y único por el artífice lorquino autodidacta Antonio Morales Gilberte.

Según noticias de José María Fernández Pallarés y del propio artista, en 1990 se abordó la entusiasta empresa de la ejecución del retablo prácticamente ex novo. Tras una prueba inicial satisfactoria, que se ciño fielmente al documento fotográfico que testificaba el estilo y la realización de Ganga, el Paso Blanco decidió que se comenzase la obra. El material elegido fue la madera de pino rojo americano y tablero ignúfico, en lugar de la escayola como se había pensado en un principio. Morales tuvo como ayudantes a los carpinteros Ramón y Alfonso Segura y Antonio Rico. La ejecución del retablo se ha llevado a cabo entre 1992 y 1995.

Por manifestación personal del artista, se sabe que nunca diseñó un modelo previo a seguir tanto para los elementos arquitectónicos como decorativos, incluidos los relieves, sino que fueron materializados a escala a través de la antigua fotografía. Los relieves fueron tallados directamente en la madera, colocando el tablero en posición vertical y no horizontal.

Las columnas no son de una sola pieza sino formadas por 40 tablones ensamblados.

Por tributo emotivo a la tierra natal, entre los elementos vegetales que adornan los jarrones el artista introdujo una vara de chumbera o pala, una rama de trigo y otra de junco, todos ellos característicos del campo lorquino. 

Feb 2005
Dorado del retablo
El dorado del retablo ha sido realizado por la familia Lorente Bernal

El dorado del retablo ha sido realizado por la familia Lorente Bernal, doradores oriundos de Nonduermas (Murcia). La obra, iniciada el 15 de Febrero de 1999, se ha finalizado en abril de 2000 siendo presidente del Paso Blanco D. Agustín Aragón Víllodre.

La técnica empleada ha sido el dorado al agua que consiste en aplicar láminas de oro bruñidas con la piedra de ágata, para sacarle brillo, una vez preparada la madera. Dicha preparación consistía en encolar las grietas, previamente tapadas con lienzo, y las fisuras. Sobre la superficie resultante, se aplican siete manos de aparejo (capa de estuco) y a continuación se tija. El paso siguiente, es dar temple para Limpiar y fijar dicho aparejo. Una vez realizada esta operación, se dan cuatro manos de bol (arcilla rojiza que facilita la adherencia de los panes de oro y les da también un tono más cálido), dejando la superficie, una vez pulida, ya dispuesta para el dorado. El proceso se finaliza con la aplicación de una pátina mediante laca o barniz.